Los perros también pueden ser celosos
Científicos en California descubrieron, en 2014, que estas mascotas también sucumbieron ante el monstruo de ojos verdes cuando sus dueños mostraron afecto hacia perros de peluche durante un estudio.
Algunos expertos afirman que los celos requieren de complejos sistemas cerebrales y que son exclusivos de las personas.
Pero los autores del estudio creen que también puede presentarse en una forma más básica.
Estos hallazgos probablemente no serán sorprendentes para cualquiera que tenga un perro, pero el equipo asegura que es la primera prueba de celos que se realiza teniendo como sujeto de estudio al mejor amigo del hombre.
Los celos humanos son una emoción complicada, algo que requiere un “triángulo social” que generalmente aparece cuando alguien amenaza una relación importante.
De hecho son tan comunes que se cree que es la tercera causa de homicidios no accidentales en el mundo.
Basándose en un estudio que afirma que los niños de seis meses son capaces de dar muestras de celos, los científicos estudiaron a 36 perros en sus hogares y grabaron lo que hacían cuando sus dueños mostraban afecto a un perro de peluche.
Más de tres cuartas partes de los perros estudiados eran propensos a tocar o empujar a sus dueños cuando estos interactuaban con el señuelo o perro de mentira.
Los celosos tenían tres veces más posibilidades de hacer esto que cuando sus dueños prestaban atención a otras cosas, como un libro.
Un tercio intentó interponerse entre sus dueños y el perro impostor, mientras que un cuarto de los celosos decidió agredir al perro rival.
“Nuestro estudio sugiere que los perros no solo tienen comportamiento celoso, sino que también intentan romper la conexión entre sus dueños y el posible rival”, dijo la profesora Christine Harris, de la Universidad de California en San Diego.
“Obviamente no podemos hablar de las experiencias subjetivas que tienen los animales, pero todo apunta a que parecen estar protegiendo una relación social que es importante para ellos”.
Los investigadores creen que los perros pensaron que los animales de peluche eran reales. Los autores citan el hecho de que un 86% de ellos olfatearon el trasero del perro de juguete, durante y después del experimento.
Los celos, de acuerdo con los autores, podrían haber evolucionado en especies con un cierto número de jóvenes dependientes que compiten por comida y afecto.
El argumento es que este comportamiento podría dar cierta ventaja a un animal joven que no solo está alerta de la interacción entre padres y familia sino que también está dispuesto a intervenir.
“Mucha gente asume que los celos son una construcción humana, o que es una emoción asociada con relaciones sexuales o románticas”, dice Harris.
“Los resultados ponen en entredicho estas ideas y muestran que los animales también experimentan altos niveles de ansiedad cuando un rival usurpa el afecto de los que queremos”.