Mientras definen el futuro del zoo, faltan cuidados a animales

El Zoo de Buenos Aires se encuentra ante una encrucijada: cómo hacer para encarar una transformación que lo aleje de sus orígenes, el estilo victoriano-carcelario de exhibición de animales. En la Legislatura porteña avanzan dos proyectos de ley que apuran esa transformación, uno como jardín ecológico y otro como parque de concientización ambiental. En ambos, se busca que los animales ya no sean exhibidos al público. Por su parte, el Gobierno de la Ciudad conformó una comisión que, entre otras cosas, implementó un freno al ingreso de animales; aunque, debido al cambio de gestión, la comisión hoy se encuentra inactiva.
Por su parte, el director del Zoo, Gabriel Aguado, advierte que sin exhibición de animales sería imposible mantener el lugar y las tareas propias de la rehabilitación de la fauna. Hoy la empresa Zoológico de Buenos Aires SA, concesionaria del lugar, paga un canon mensual de $ 1 millón y tiene contrato hasta fines de 2017.
En un día de la semana cualquiera, con muy poco público, el Zoo invita a hacer foco en los detalles: impacta ver el aspecto de abandono de lo que fue el Area de Enriquecimiento Ambiental, un lugar ubicado junto a la avenida Sarmiento; o presenciar los malabares que hace el zorrino para caminar sobre un piso cementado. El recinto de los elefantes es otro lugar que genera cierta desazón: el lugar sobre el que caminan y se mueven parece el terreno de una batalla, lleno de pozos y hondonadas. Sin embargo el edificio de este recinto es una de las pocas construcciones que se mantiene con cierto brillo, ya que se restauró en 2012: fue originalmente construido en 1904 por Virgilio Cestari y es una réplica del Templo de Minaski, de Bombay (India). Sus bajorrelieves y esculturas reproducen escenas de las escrituras sagradas indias y también hacen referencia a Shiva, dios del amor, y a Vishnu, dios constructor, divinidades del panteón indio. Como muchas otras construcciones y obras de arte del zoo, es Patrimonio Histórico.
“Nuestro proyecto busca que se haga un inventario de los animales para saber cuáles pueden volver a la naturaleza, o bien ser enviados a santuarios. Los que no se puedan trasladar, deberán quedarse en el Zoo, sin exhibirlos ni reproducirlos”, explicó a Clarín el legislador Adrián Camps (PSA). En cuanto al lugar en sí mismo –el zoológico está asentado en tierras muy valiosas–, Camps entiende que podrían transformarse en un paseo público, aprovechando el valor paisajístico”. El proyecto está en la Comisión de Ambiente de la Legislatura y se basó en un trabajo realizado por la gente de la ONG #Sinzoo. “El animal cautivo se vuelve loco, porque no puede desarrollar ninguna de sus actividades naturales. Los tres chimpancés que hay en el zoológico están pelados y uno de ellos come lo que vomita”, cuenta Malala Fontán, de la ONG. El otro proyecto para el Zoo es autoría de Hernán Rossi (Suma+). Entre otras cosas, pone el foto en recuperar los edificios y transformarlos en espacios culturales.
Desde una comisión que se creó en 2014, el Gobierno porteño impulsó la idea de desarrollar allí un centro de conservación, investigación y educación; y que deje de recibir animales exóticos. Incluso estudian unirlo al Botánico para hacer un paseo conjunto. “Se trata de un proceso lento, pero irreversible. Así sea por la vía legislativa o la voluntad política, el cambio en el Zoo no puede detenerse. Hay dos grandes dificultades: encontrar un lugar de destino para cada animal y segundo, entender que no todos los animales pueden ser trasladados, porque los viajes pueden ser muy traumáticos y complejos”, opina Juan Carlos Villalonga, ex titular de la Agencia de Protección Ambiental porteña y actual diputado (Unión PRO) por la Ciudad. “En la medida que se vayan reubicando ejemplares hay que poner en valor la estructura del Zoo”, agregó.
“Sin público no hay dinero para continuar proyectos de conservación, de rehabilitación, ni de ningún tipo. En 2015 tuvimos 800.000 visitas, la mitad pagaron entrada. Sin animales exóticos la atracción disminuye aún más”, opina Gabriel Aguado. Aquellos años cuando el Zoo era visitado por 3 millones de personas al año son historia. Quizá en estos números hay que buscar la razón de un cambio de paradigma en relación a la exhibición de animales.

Fuente: http://www.clarin.com/

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