El problema, asegura la antropóloga, está directamente relacionado con otra crisis: la que atraviesa la manera en la que nos alimentamos. Y esta no es producto de la escasez de alimentos –nunca hubo tanta comida en el mundo como ahora-, sino por su mala distribución -una parte de la población está sobrealimentada mientras que la otra pasa hambre-, por la poca diversidad de los alimentos que producimos y comemos, y por la insustentabilidad del sistema alimentario.

Además, Aguirre explica que la comida no es algo aislado sino un hecho social, un producto de las relaciones humanas, del sistema económico y hasta de los valores de la sociedad, porque comemos como vivimos y también nos enfermamos por cómo comemos: “La alimentación a nivel mundial es el factor pre-patológico por excelencia, lo que comemos es la base de nuestra salud, y también lo que en gran medida explica la manera en la que enfermamos y morimos”, plantea ella en su último libro “Devorando al planeta. Cambiar la alimentación para cambiar el mundo” (Capital Intelectual, 2022).

En estos últimos días, la gran crisis planetaria que vivimos volvió a quedar en evidencia con las temperaturas extremas que azotaron a toda la Argentina, y el recalentamiento global, producido por las emisiones de los gases de efecto invernadero -que generan, entre otros desequilibrios ambientales, el incremento del calentamiento de las aguas del Océano Pacífico, y por lo tanto la subida de las temperaturas de todo el país- se ha vuelto cada día una realidad más concreta y más grave. Sin embargo, ante este contexto sombrío, Aguirre no se paraliza, propone soluciones precisas. Pero también advierte que, si bien todavía estamos a tiempo de introducir cambios para salvar el mundo, “no podemos seguir esperando más: tenemos que realizarlos ya”.