¿Sabes qué es el permafrost o las consecuencias que tiene su deshielo sobre el planeta?

El permafrost de la Tierra se está descongelando, y las comunidades indígenas del Ártico y científicos de todo el mundo reclaman que esta alarmante pérdida de hielo terrestre reciba la atención mundial y la correspondiente investigación que merece. Este deshielo reconfigura los paisajes, desplaza a pueblos enteros y perturba los frágiles hábitats de los animales; amenaza, además, con liberar microorganismos peligrosos y posibles emisiones del carbono que se encontraban en su interior y que lleva congelado miles de años.
El ministro de Justicia de Tuvalu, Simon Kofe, fue noticia durante la conferencia sobre el clima de la ONU, la COP26, en noviembre, cuando pronunció su discurso con el agua del mar hasta las rodillas.
“Nos estamos hundiendo”, dijo, subrayando el peligro real que el aumento del nivel del mar, provocado por el cambio climático, representa para las naciones insulares de baja altitud del mundo.
El vídeo de Tuvalu se hizo viral. La imagen era impactante, como las procedentes de otras islas del Pacífico, Kiribati y Fiyi, en los últimos años, que muestran cómo ciudades enteras se desplazaron hacia el interior mientras las aldeas sucumbían lentamente al mar que las rodeaba.
Una tragedia igualmente alarmante está ocurriendo al otro lado del globo: el Ártico, donde el aumento de las temperaturas está reduciendo antiguos glaciares, disminuyendo el hielo marino y calentando y descongelando el permafrost del planeta.
El permafrost es la capa de suelo bajo la superficie de la Tierra que ha permanecido congelada ininterrumpidamente durante al menos dos años consecutivos y, en la mayoría de los casos, durante cientos o miles de años. Se extiende por una cuarta parte del hemisferio norte, incluyendo muchas regiones que no están cubiertas de nieve.
Esta capa congelada se encuentra en grandes partes de Alaska, Canadá y Siberia, donde la gente, en su mayoría comunidades indígenas, ha vivido, trabajado y cazado durante cientos de años.
Desplazados por el cambio climático
“Veo en mi futuro y en el de nuestros jóvenes, a nuestra comunidad completamente reubicada”, explica Eriel Lugt a Noticias ONU, un activista indígena inuit de 19 años de la región ártica de Canadá.
Mientras las desgarradoras imágenes de osos polares desnutridos que luchan por sobrevivir en el cambiante paisaje se han quedado impregnadas en nuestras rétinas, el hecho de que asentamientos humanos enteros tengan que ser reubicados o de que las comunidades indígenas se vean obligadas a replantearse su modo de vida tradicional pasan completamente desapercibidos.
El deshielo de este suelo congelado bajo la superficie que cubre unos 23 millones de metros cuadrados del norte de nuestro planeta es apenas visible para el ojo humano, pero sus efectos no lo son. Las carreteras, las casas, los oleoductos, incluso las instalaciones militares y otras infraestructuras se están derrumbando o empiezan a ser inestables.
Muchos pueblos del norte, como el Tuktoyaktuk, están construidos sobre permafrost, que cuando está congelado es más duro que el hormigón. Sin embargo, a medida que el planeta se calienta rápidamente —el Ártico lo hace al menos dos veces más rápido que otras regiones— el suelo que se descongela se erosiona y puede provocar desprendimientos.
Además, la reducción y el cambio del hielo marino hacen que los pueblos costeros sean más vulnerables a las tormentas.
“En nuestra comunidad sufrimos vientos feroces, y todos los veranos hay días en los que el viento provoca la subida del nivel del mar, así que ese es otro de los problemas que tenemos… Cada invierno noto cómo la costa pierde unos dos centímetros de tierra”, destaca Eriel.
Algunos de sus vecinos que vivían justo en la tundra sobre la playa ya se han visto obligados a trasladarse al interior.
La doctora Natali explica que el deshielo del permafrost también provoca el colapso de los depósitos de combustible, y señala que los vertederos que antes estaban en zonas secas ahora están filtrando residuos y materiales tóxicos, como el mercurio, en lagunas y ríos.
“La población obtiene el agua y el pescado de estos ríos, por lo que esto tienen efectos sobre la salud humana… El deshielo además está provocando que algunos ríos se hundan haciendo más difícil el acceso al agua potable”, añade.
Otro inconveniente es que muchas comunidades suelen desplazarse por el territorio en invierno a través de los ríos y lagos helados que ya no se “congelan” lo suficiente para que sean transitables.
“Esto no es solo un riesgo para la salud, afecta también el acceso a los alimentos. Están ocurriendo tantas cosas… Se trata de un problema con muchas aristas que afecta tanto a los sistemas naturales como a los sociales… Ahora mismo, esto es una realidad para las personas que viven en el Ártico, y lo es desde hace ya mucho tiempo”.
A Eriel Lugt las afirmaciones de los científicos le resultan muy familiares. Su pueblo lleva cientos de años en su tierra, sabían dónde podían cazar y cómo desplazarse, pero ahora se ven forzados a adaptarse.
“Los antepasados han enseñado a generaciones y generaciones por dónde tenemos que ir cuando nos desplazamos, qué rutas del hielo y de la tierra son seguras para transitar. Con el cambio climático, la tierra se ha vuelto peligrosa porque nuestros cazadores ya no tienen claro qué ruta es la más segura”.
Según el doctor Martin Sommerkorn, autor y principal coordinador del capítulo sobre regiones polares del “Informe especial del sobre los océanos y la criosfera” del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), y responsable de Conservación del Programa del Ártico en el Fondo Mundial en favor de la Naturaleza, los hábitats animales y las condiciones de vida también están experimentando cambios.
“El Ártico va a sufrir un calentamiento entre dos y tres veces mayor que la media mundial a lo largo de este siglo. Así que, cuando hablamos de 1,5º centígrados a nivel mundial, estamos hablando de 3º en el Ártico”, explica.
Esto significa que las olas de calor más frecuentes tanto en invierno como en verano, junto con algunos de los que él llama “efectos indirectos”, ya están ocurriendo.
“Las olas de calor provocan incendios forestales y plagas de insectos. Todo ello debilita los ecosistemas, que simplemente arden. Se vuelven más vulnerables a la defoliación por la infestación de insectos, que tienen efectos en cascada en todo el ecosistema, lo que dificulta que las especies del Ártico puedan subsistir en estos lugares”, añade Sommerkorn.
El experto apunta que, a pesar de todo, no se está produciendo una extinción inmediata de las especies del Ártico en muchas áreas porque, al igual que ocurre con algunos asentamientos humanos, estas especies se desplazan más al norte para huir del calentamiento.
“Somos testigos de relatos desesperados de la vida silvestre. Por ejemplo, caribúes que escapan del calor del verano y de estos incendios forestales. Además, en el mar vemos una toma de posesión completa de los ecosistemas marinos anteriormente árticos por parte de comunidades de peces boreales. Hay efectos visibles en cualquier época en la que te encuentres allí”.
Sommerkorn agrega que, sin embargo, la migración de las especies hacia el norte o, en términos biológicos, los “cambios del área de desplazamiento”, se ven limitados en algunos lugares como Siberia, donde hay muy pocas islas al norte de la costa.
Las repercusiones para el clima global
¿Por qué deberíamos preocuparnos en el resto del mundo por lo que ocurre en el Ártico? La doctora Natali explica las repercusiones en el futuro para todo el planeta.
“Hay mucho carbono almacenado en el permafrost, que de momento se encuentra congelado en su interior. Si se descongela, corre el peligro de liberarse en la atmósfera y agravar el cambio climático global”, asegura a Noticias ONU.
El material vegetal y animal congelado en el permafrost —conocido como carbono orgánico— no se descompone ni se pudre. Sin embargo, cuando el permafrost se descongela, los microbios comienzan a corromper el material y liberan a la atmósfera gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono y el metano.
“Se convierte en una especie de suelo orgánico que se ha ido acumulando durante miles y miles de años, por lo que es una reserva de carbono descartada. No forma parte de nuestro ciclo de carbono activo… Es una reserva de carbono fósil que no ha formado parte de nuestro sistema terrestre durante muchos miles de años”, subraya Natali.
Sommerkorn añade que, incluso con niveles bajos de calentamiento global, el deshielo del permafrost podría suponer unas emisiones del tamaño de un país medio.

Fuente: https://news.un.org/es

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