Buddy, el perro canillita que compraba su propio alimento
“Era súper inteligente. El día que fuimos hasta el forraje de la esquina a comprar su comida y le dejé dicho a la chica que él iba a ir solito con su bolsito y el dinero, me miró raro”, contaba su dueño, Alberto: “Por más que lo empujaras para cruzar, no lo hacía si yo no le daba la orden”.
“Buddy” era conocido y mimado por todo el barrio. Abría y cerraba puertas, repartía el diario a los vecinos.
“En realidad, nunca estuvo en mis planes comprar un perro. Pero mi hija mayor, que entonces tenía 10 años, había visto una película que se llamaba Buddy y quería el mismo animal. Yo le explicaba que en la calle había muchos sin hogar para adoptar. Pero por esas cosas de la vida, justo me ofrecieron un cachorro, último de una camada, que había quedado rezagado con su mamá. Pagué casi nada por él y no me arrepiento, todo lo que nos dio en estos años no tiene precio”, agregó.
Alberto se emociona hasta las lágrimas mientras cuenta que la despedida de su “compañero” comenzó hace dos semanas, cuando dejó de comer.
“Sus análisis estaban perfectos, se vino abajo en cuestión de días. Tenía que ayudarlo a pararse y para que comiera le mojaba el alimento con pan y leche. No sufrió, no tuvo dolor, el veterinario me dijo que un perro de este tamaño no vive más de 10, 12 años. El llegó a los 14 y bien de salud. Me consuela saber que el gordo descansa tranquilo”.
“Era mi amigo, mi familia. Te hacía el aguante en todo, siempre hacía caso, quería comer todo el día, tuvo una vida hermosa, acariciado y mimado por toda la gente que se acercaba al quiosco”.
Un vecino cedió su terreno para sepultar al “amigo Buddy” en el barrio. “Lo podré ir a visitar a diario, porque siempre estará en mi corazón”, concluyó Alberto.