Ecología azul: el reto de transformar los verde en eficiente y barato.

Cada europeo genera 179 kilos de residuos alimentarios al año. Con gran parte de estos desechos se puede producir biogás, detergentes, films e incluso accesorios del coche. Sin embargo, no se hace. Se malgastan los residuos, mientras se ensalza lo verde. Pero y ¿si no fuera todo lo verde tan sostenible?

Vivimos rodeados de residuos nucleares, metales pesados, isótopos radiactivos, cromo en las aguas subterráneas, mares repletos de recipientes desechados, como la isla de plástico en el Pacífico del tamaño de Francia. En EE UU, sólo el gasto anual del transporte de la basura a los vertederos asciende a 50.000 millones de dólares. Un coste que se dispara hasta el billón si se añade recogida, clasificación y eliminación de residuos. Dicha situación puede trasladarse a la UE y a España. Cada año en Europa se tira a la basura la mitad de los alimentos en buen estado. Según datos hechos públicos el pasado jueves por la Comisión Europea, la generación anual de residuos alimentarios asciende a 89 millones de toneladas, 179 kilos por habitante. ¿Es sostenible este modelo productivo? No. Y de no hacer nada, estos residuos se incrementarán año tras año. De ahí que la CE acabe de decidir dar un giro en las fechas de caducidad de los alimentos y optimizar los envases con el fin de reducir el despilfarro.
Pero la basura no tiene por qué ser vista solo como un desperdicio, ya que muchos de estos residuos podrían convertirse en nuevos productos. En otras palabras, se malgastan los desechos que se generan, mientras se pone en boca de todos aquello de la economía verde: más productos, más sostenibles, pero más caros. El economista y pionero Gunter Pauli, autor del libro «Economía Azul», lleva años incidiendo en que otro modelo económico es posible. La ecología se escribe en azul, no en verde. Su lema: servirse del conocimiento acumulado durante millones de años por la naturaleza para alcanzar mayores niveles de eficacia, respetando el medio y creando riqueza. Es decir, valerse de la naturaleza y de los residuos para crear una nueva industria viable y menos costosa que la verde.
Soluciones hay. Según la CE, aplicar la legislación sobre residuos supondría un ahorro de 72.000 millones de euros al año, aumentaría el volumen de negocios de la gestión de residuos y del reciclado en 42.000 millones, creando una gran cantidad de empleos. Pero eso es sólo un paso. Desconocemos todo lo que se puede hacer con los residuos. El ejemplo del café de Pauli da prueba de ello. El 0,2 por ciento del café es grano. El resto se tira, cuando de él se pueden crear hongos comestibles y con los residuos alimentar a los animales. Es decir, cerrar el círculo.
Pero hay muchos otros. Los polímeros derivados del petróleo ven cómo ganan terreno los bioplásticos, fabricados con fécula de patata, de maíz…, pero que «son cuatro veces veces más caros que los de petróleo», explica María del Carmen Villarán, gerente de Bioprocesos de Tecnalia. Esta empresa está inmersa en un proyecto para producir bioplásticos de origen biotecnológico de residuos de frutas y verduras al mismo precio que los de petróleo. Además, con estos residuos crearán complementos alimenticios y componentes para detergentes. Y residuos hay de sobra. «Cada año se producen en Europa casi 192 millones de toneladas de desechos de frutas y verduras», añade. También se podrían producir detergentes, abono y etanol de los residuos del vino, como han descubierto recientemente expertos de las universidades de Vigo y Santiago de Compostela. Algo clave en España, ya que el país genera hasta 50 millones de hectolitros de vino al año.
Titanio y acero inoxidable
Uno de los ejemplos que da Pauli es el de las cuchillas de titanio y acero inoxidable. ¿Cuántas desechables puede usar un hombre a lo largo de su vida? ¿Miles? Da que pensar que unas 100.000 toneladas de estos metales de alta calidad terminen en vertederos. Aunque la industria logró en su día reducir en un 20 por ciento la cantidad de estos metales, hoy el uso de titanio ha aumentado, ya que ahora las cuchillas no tienen una única hoja de afeitar, sino tres, cuatro y hasta cinco. Es decir, más y más basura. La solución según Pauli: usar hebras de seda, que cortarían la barba con la suavidad de la seda.
Otro ejemplo son los biocombustibles. Al hacerlos a partir de maíz o de soja, compiten en el mercado de los alimentos. En cambio, los de segunda generación, los que se producirán de los desechos de la cosecha, sí que serán realmente sostenibles.
Otra opción consiste en producir biocombustibles a partir de excrementos de osos panda, como se anunció en la última Reunión Anual de la Sociedad Química Americana. Y es que los excrementos de los panda contienen unas bacterias con efectos muy potentes en la descomposición de biocombustibles producidos a partir de hierba, virutas de madera o residuos de cultivos; unos materiales muy resistentes a la descomposición.
Excrementos de oso panda
Las bacterias intestinales del panda pueden transformar el 95 por ciento de la biomasa vegetal en azúcares simples, logrando una degradación más eficiente que la de las termitas. De hecho, las enzimas de las bacterias de los panda no requieren de altas temperaturas, ácidos fuertes o altas presiones que se utilizan en los procesos de producción de biocombustibles. De ahí que las bacterias presentes en las heces ayuden a producir biocarburantes de forma más rápida, con menos energía y a un menor costo. Aunque los panda no abundan en el mundo, y menos en España. Purines, en cambio, sí. «Nuestro país, que factura más de 3.600 millones de euros gracias al sector porcino, cuenta con más de 25 millones de cabezas. El «pero»: los 50 millones de m3 de purines que se generan al año. Muchos de ellos pueden aprovecharse en la agricultura como fertilizante, pero más del 30 por ciento se convierte en excedentes, y su vertido da origen a graves contaminaciones de suelo, aguas superficiales…», dicen en Tecnalia. La solución hoy, producir biogás.
Los ejemplos no acaban ahí. De los huesos de aceituna se puede hacer biomasa, almohadas… Incluso se pueden producir piezas del coche con cáscaras de plátano. Su piel como la de la piña es idónea para sustituir los polímeros por bioplásticos y también para depurar los metales del agua.
Lo mismo sucede con la energía renovable. Verde es, pero sería azul, y por tanto, más eficiente y competitiva, si cuando la mayoría de estas tecnologías funciona en corriente continua no tuvieran que convertirse en alterna para después pasar a continua en las casas. Opciones para hacerlo mejor hay. Y como dice Gunter Pauli: mejor y más barato con la economía azul que con la verde. Urge el cambio.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *