El calentamiento global también está aumentando el número de casos de diabetes tipo 2
La diabetes tipo 2 es una enfermedad caracterizada por la incapacidad del organismo de producir cantidades suficientes de insulina o de utilizar esta hormona correctamente, lo que da lugar a que la sangre porte un exceso de glucosa que, a la larga, acaba dañando múltiples órganos de todo el cuerpo. Una enfermedad cuya prevalencia, ya a día de hoy desmesurada, no deja de aumentar. Y a pasos agigantados. De hecho, los expertos estiman que el número global de adultos afectados crecerá un 55% en poco más de dos décadas, pasando de los 415 millones de 2015 a 642 millones en 2040. Sin embargo, y si bien la diabetes tipo 2 se encuentra estrechamente ligada al exceso de peso, parece que la expansión de la pandemia de obesidad no es la única responsable de este crecimiento. Y es que como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores del Centro Médico de la Universidad de Leiden (Países Bajos), es muy posible que el calentamiento global también tenga una gran parte de culpa.
Como explica Patrick Rensen, director de esta investigación publicada en la revista «BMJ Open Diabetes Research & Care», «nuestros resultados enfatizan la importancia de la realización de futuros estudios para evaluar los efectos de la temperatura ambiental sobre el metabolismo de la glucosa y la aparición de la diabetes, muy especialmente en el contexto del aumento global de las temperaturas que ha dado lugar a que Estados Unidos registrara el pasado año el invierno más cálido de su historia».
Más calor, más diabetes
En los mamíferos, el tejido adiposo marrón –o ‘grasa parda’– es el responsable de transmitir la energía de los alimentos en forma de calor. O lo que es lo mismo, actúa como una ‘estufa’: cuando hace frío, quema su grasa para producir calor y mantener la temperatura corporal. Y dado que esta combustión acaba eliminando la grasa, se pierde peso –aunque no demasiado–. Pero aún hay más. La quema de grasa aumenta el gasto de energía del organismo, por lo que para suplir esta demanda energética se recurre a la glucosa. El resultado es que los niveles de azúcar en sangre son menores, con lo que se mejora la acción y sensibilidad de la insulina y se reduce el riesgo de desarrollo de diabetes tipo 2.
Por tanto, el frío estimula la actividad de la grasa parda, lo que provoca un incremento en el metabolismo de la glucosa y, por ende, protege frente a la diabetes tipo 2. Entonces, ¿es posible que el aumento de la temperatura tenga el efecto contrario?
Para responder a esta pregunta, los autores tuvieron en cuenta tres datos: la incidencia de diabetes en la población adulta estadounidense entre los años1996 y 2009; las tasas de incidencia de obesidad y de aumento de los niveles de glucosa en ayunas registradas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 190 países; y la evolución de la temperatura media anual en cada país. Y una vez combinados todos estos datos, observaron que, con independencia de la obesidad, cada incremento de 1ºC en la temperatura ambiental conlleva un aumento del 0,17% en la prevalencia de intolerancia a la glucosa y del 0,0314% en la incidencia ajustada por edad de diabetes tipo 2.
Como indican los autores, «estos resultados indican que la incidencia de diabetes en Estados Unidos y la prevalencia de intolerancia a la glucosa a nivel mundial han crecido como consecuencia de la elevación de la temperatura ambiental».
Pero, estos datos, ¿cómo se traducen? Y es que un incremento del 0,0314% no parece demasiado. Sin embargo, como apunta Patrick Rensen, «partiendo de una población cercana a los 322 millones de personas en 2015, calculamos que este aumento de 1ºC en la temperatura puede haber sido responsable de la aparición de más de 100.000 nuevos casos anuales de diabetes en Estados Unidos».