El uso exagerado del plástico durante la pandemia de COVID-19 afecta a los más vulnerables
Desde el año pasado el uso de plásticos se ha disparado de manera asombrosa, no solo miles de millones de mascarillas, pero también guantes, desechos médicos y empaques de comida para llevar. Su aumento ha sido tal que los sistemas de reciclaje han colapsado en algunos países. Si no se toman medidas, más del 70% de este plástico terminará tirado en océanos y vertederos, y hasta un 12% será quemado causando contaminación y enfermedad en las zonas más vulnerables del planeta.
La contaminación plástica afecta de manera desproporcionada a personas, grupos y pueblos en situaciones vulnerables, pone en riesgo sus derechos básicos, salud y bienestar, y planteará obstáculos sustanciales para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, asegura un nuevo informe publicado este martes por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la ONG Azul.
El documento se centra sobre el tema de la llamada justicia ambiental con respecto a la contaminación plástica, un flagelo que está siendo exacerbado por la pandemia de COVID y que afecta a los más vulnerables y marginalizados y a las comunidades que viven o trabajan cerca de los sitios de producción y desecho de este material.
Los expertos indican que, hasta la fecha, no se han publicado muchos estudios revisados por pares sobre los impactos de la pandemia en el consumo de plásticos, pero la limitada investigación realizada apunta a un aumento en el consumo y eliminación de plástico y materiales médicos, y graves interrupciones de procesos de reciclaje ya defectuosos. Los problemas se han acentuado aún más por los precios del petróleo históricamente bajos que hicieron que las resinas vírgenes para fabricar plástico fueran más baratas que las recicladas.
Además, la pandemia podría revertir cualquier progreso realizado en la reducción del consumo de plástico de un solo uso, con un aumento asombroso en el uso de desechables como mascarillas y protectores faciales, guantes, botellas de desinfectante para manos, trajes médicos protectores, kits de prueba, recipientes para llevar comida, empaques de entrega y muchos otros productos que se han vuelto omnipresentes.
Por ejemplo, un estudio estimó que si la población mundial usara la misma cantidad de mascarillas y guantes que se usaron en Italia en la primavera de 2020, se estarían consumiendo unos 129.000 millones de mascarillas y 65.000 millones de guantes mensualmente en todo el mundo.
Y es que las ventas globales de mascarillas desechables podrían haber alcanzado unos 166.000 millones de dólares en 2020, un aumento de 200 veces en comparación con 2019 cuando se vendieron 800 millones.
El aumento de los desechos plásticos y médicos es una realidad en todo el mundo y ha llegado a colapsar los sistemas de reciclaje existentes en algunos lugares. En Singapur, durante un cierre de ocho semanas, se generaron 1470 toneladas adicionales de desechos plásticos solo a partir de envases para llevar. En Wuhan, China, los desechos médicos aumentaron seis veces a 240 toneladas por día durante la pandemia, sobrecargando la capacidad de incineración de la ciudad de 49 toneladas diarias. Un solo hospital en Jordania produjo diez veces más desechos médicos por día, con solo 95 pacientes de COVID-19, de lo que normalmente produce. En Teherán, la capital iraní, los desechos médicos de los hospitales aumentaron entre el 17,6% y el 61,9% durante los primeros meses de la pandemia (de 52 a 74 toneladas por día a 80 a 110 toneladas por día).
Estos aumentos de desechos médicos están provocando un colapso de las cadenas de gestión de desechos a nivel mundial. En abril de 2020, el 46% de las instalaciones de reciclaje en el Reino Unido habían reducido o suspendido sus servicios de reciclaje.
Un golpe a los sistemas de reciclaje
Por otro lado, las medidas de confinamiento han reducido drásticamente la demanda de petróleo, empujando sus precios a mínimos históricos. Como resultado, el costo de producir plásticos vírgenes puede ser menor que el de los materiales reciclados.
Según el informe, esto tiene un doble efecto negativo ya que aumenta la producción de nuevos materiales plásticos y puede hacer que las instalaciones de reciclaje ya no sean económicamente viables. Por ejemplo, una instalación de reciclaje en Portugal ha visto caer sus ingresos hasta en un 40% desde que comenzó la pandemia. La instalación produce polietileno reciclado, que se utiliza para fabricar bolsas y botellas de plástico.
Estos mismos efectos también se sintieron en California, Estados Unidos. En un esfuerzo por contener la propagación de la contaminación por COVID-19, el estado suspendió la prohibición de las bolsas de plástico durante sesenta días a partir del 22 de abril de 2020. El objetivo de la prohibición era reducir “el riesgo de exposición al COVID-19 para trabajadores que realizan actividades esenciales, como manipular bolsas de comestibles reutilizables o envases reciclables.
Los impactos de la suspensión temporal tuvieron impactos negativos en la producción y reciclaje de bolsas plásticas y empaques. De manera similar a lo que sucedió en Europa, los fabricantes en Estados Unidos rápidamente volvieron a usar resinas 100% vírgenes, ya que cuestan menos que las resinas recicladas. En el sudeste asiático, los recicladores tuvieron que reducir sus precios en un promedio del 21%.
“Los impactos de esta pandemia han sido devastadores (sobre la lucha contra el plástico) y nos va a tomar muchísimo tiempo para realmente entender sus consecuencias a largo plazo”, dijo Juliano Calil, autor principal del informe, durante su lanzamiento.
El plástico y la degradación ambiental
Los plásticos son persistentes, parte de su atractivo cuando fueron creados, pero también una de sus peores cualidades, explican los expertos del informe.
Los plásticos, que se componen principalmente de monómeros derivados de hidrocarburos fósiles, no son biodegradables. Cuando se desechan, no se descomponen ni se asimilan mediante procesos biológicos. En cambio, liberan rellenos, como plastificantes, gas y líquido contaminado y se descomponen en pedazos cada vez más pequeños que conservan muchas de sus propiedades originales. Esta persistencia permite que los plásticos se acumulen, no solo en cantidad y volumen, sino también como toxinas y microplásticos en el medio ambiente.
Los procesos comunes de gestión de residuos que pretenden eliminar realmente los plásticos, como la incineración, generan productos tóxicos y emisiones de CO2 significativas, lo que plantea desafíos adicionales de contaminación y cambio climático.
Además, la contaminación plástica trasciende las fronteras nacionales, lo que hace que las responsabilidades y estrategias para una limpieza efectiva no estén claras. Combinadas, estas características hacen que la contaminación por desechos plásticos sea un problema considerablemente desafiante, y que va más allá de afectar la salud de nuestras tierras y océanos: tiene un impacto en la salud y los derechos de las comunidades todos los días.
Recomendaciones
Según los expertos, la disrupción provocada por la pandemia de 2020 puede brindar oportunidades para cambios significativos y duraderos en las estructuras económicas y facilitar un movimiento hacia una economía circular donde los desechos se gestionen de manera mucho más sostenible.
Un enfoque basado en los derechos, incluidos los enfoques de justicia social, para la recuperación y respuesta al COVID-19 requiere que se reconstruya mejor y de manera más sostenible. Los expertos explican que las respuestas efectivas a las crisis ambientales deben ser respuestas globales basadas en la solidaridad, la compasión y el respeto por la dignidad humana. Las acciones requeridas deben basarse en las obligaciones de los Estados y otros garantes de derechos en el derecho ambiental internacional y los instrumentos de derechos humanos, así como en los tratados regionales.
Los autores del informe recomiendan que los gobiernos amplíen su control de los desechos plásticos, estudien sus impactos en la salud e inviertan en su gestión. Los gobiernos también deberían adoptar y aumentar la aplicación de las prohibiciones de los plásticos de un solo uso y fomentar la reducción, el reciclaje y la reutilización.
Además, deben sensibilizar y animar a las comunidades afectadas a actuar garantizando el acceso a un sistema judicial eficaz que siga los principios de justicia ambiental, como el consentimiento fundamentado previo libre y el derecho de acceso a la información.
“La contaminación plástica es un problema de justicia social. Los esfuerzos actuales para gestionar y reducir la contaminación plástica son inadecuados para abordar la gama completa de problemas que conlleva. Los impactos dispares en las comunidades afectadas por el plástico, en todos los puntos desde la producción hasta el desperdicio, deberían hacer de la justicia ambiental una consideración habitual dentro del campo de la conservación marina “, asegura la coautora, fundadora y directora ejecutiva de Azul, Marce Gutiérrez-Graudiņš.
El informe revela también como los residuos plásticos están socavando el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible , especialmente el primero 1 sobre la erradicación de la pobreza; el número 2 sobre el hambre cero; el 14 sobre la protección de los ecosistemas marinos; y el 16 sobre el acceso a la justicia para todos y la construcción efectiva, responsable y instituciones inclusivas a todos los niveles.
“Al final, lo que hay que reconocer es que la contaminación plástica viola los derechos humanos”, afirmó Marcos Orellana, relator especial del Consejo de Derechos Humanos, durante la presentación del informe.