Especies exóticas en La Región Patagónica

Las distintas especies en sus hábitats naturales forman parte de una red de interacciones con los otros organismos, tanto animales como vegetales, con los cuales comparten el ambiente. Esa red de interacciones forjadas a través de miles de años de evolución es lo que hace al tan nombrado equilibrio ecológico. Cuando sacamos a una especie y la colocamos en otro ambiente distinto del original, esa red de interacciones local corre el riesgo de distorsionarse, porque los ejemplares introducidos pueden no contar con factores abióticos y bióticos sustitutos que condicionarían su existencia, y puede haber otros factores que ayuden a su colonización explosiva, por ejemplo en el caso de alguna planta, un ave que coma sus frutos y ayude a la germinación y dispersión de sus semillas.
Las causas que conducen a la introducción de especies foráneas responden a diferentes factores: pueden ser accidentales, como el caso de los animales y algas que viajan en el agua de lastre o en las bodegas de los barcos, a través de los individuos durante sus migraciones, etcétera. No obstante, la mayor parte de las introducciones son, por lo general, forzadas. Estas importaciones se realizan con fines diversos: para embellecer parques y jardines, para combatir plagas, para abastecer el comercio de mascotas, para la caza y la pesca, para su consumo como productos agrícolas y ganaderos, además de aquellas de las que se pretende un aprovechamiento industrial. La actividad humana y en especial la generalización y globalización del comercio comenzaba hace ya varios siglos cuando la navegación tomo auge como medio de transporte de cargas, produjo el traslado de plantas y animales de un lugar a otro del planeta, exprofeso o accidentalmente y así llego el imprescindible ganado y también la indeseable rata doméstica.

Mucho tiempo ha pasado desde estos clásicos ejemplos y muchas más invasiones de plantas y animales han ocurrido desde entonces. En nuestro país la lista es muy grande con más de una docena de especies de aves y otras varias de mamíferos, aunque en materia de plantas la situación no es menos grave con cientos de especies afincadas en nuestras tierras.

La Región Patagónica no ha quedado exenta de este flagelo; mejillones dorados (limnoperna fortunei), pájaros estorninos (sturnus vulgaris), alga wakame (undaria pinnatifida), avispas amarillas (vespula spp.), castores canadienses (castor canadensis) y ciervos colorados (cervus alaphus) entre otros están sin control, siendo estos dos últimos casos, emblemáticos en la problemática regional. Más de cincuenta años atrás 25 parejas de castores canadienses fueron llevadas hasta la isla de Tierra del Fuego para impulsar la industria peletera. Pero estos roedores semiacuáticos y de pelo marrón aprovecharon que no tenían un rival en la cadena alimenticia local, construyeron diques con ramas, inundaron zonas bajas y pudrieron gran parte de los bosques de la zona.

Hoy son cerca de 55.000 ejemplares que amenazan con mudarse al continente.

Otro caso es el ciervo colorado, el cual se alimenta de los plantines de los bosques impidiendo la regeneración de los árboles y no tiene ningún animal superior que prede sobre él (¡salvo el hombre!). Lo mismo ocurre con truchas y salmones importados a principios de siglo que no sólo comen lo mismo que los peces autóctonos, sino que además engullen a muchos de ellos.
De la misma manera, muchas plantas que consideramos “argentinas” son exóticas provenientes de Asia y Medio Oriente. Los sauces blanco (salix alba) entraron con los salesianos a Viedma y San Antonio Oeste y se dispersaron hacia Chubut y el río Limay, modificando el hábitat costero y abriendo paso a otras invasiones. La rosa mosqueta (rosa aff. rubiginosa) entró con la inmigración europea a principios del siglo xx, se adaptó y ocupó cuanto lugar soleado encontró a su paso expulsando y matando a otras especies con la colaboración de rumiantes y pájaros que al ingerirla la dispersaron fácilmente.
Si bien a veces se las utiliza para la caza o la pesca deportiva o como atracción turística, las invasiones de animales y de plantas provocan impactos ecológicos, sanitarios y económicos; los organismos oficiales dicen que hay que implementar urgentes medidas de control.

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