Los perros distinguen las palabras que les decimos, pero ¿y los gatos?

Investigadores de la Universidad de Tokio concluyeron en 2013 que la razón por la que se comportan de un modo tan distinto al del perro, la otra mascota por excelencia, es que, al contrario que los canes, nunca han sido domesticados para obedecer a los humanos. Aun así, más allá de su carácter individualista, estos pequeños amigos nos quieren, pero ¿nos entienden?
Un estudio publicado este año en la revista Science afirma que los perros son capaces de escucharnos con atención y de distinguir perfectamente las palabras que les dedicamos y la entonación con que las expresamos, pero esta comunicación no es tan directa en el caso de los gatos. Según John Bradshaw, zoólogo experto en comportamiento felino de la Universidad de Bristol (Reino Unido) y autor de En la mente de un gato: nuevas respuestas de la ciencia sobre cómo piensa su gato (RBA), “los felinos pueden llegar a hacer asociaciones entre nuestras palabras y nuestras acciones, pero sin llegar a comprender su significado”.
Para Rosana Álvarez, veterinaria especialista en medicina del comportamiento, “el gato no es capaz de generar con el ser humano un vínculo tan fuerte porque además de no entender nuestro lenguaje, no tiene la misma tendencia ni habilidad para observarnos. En general, el perro siempre está dispuesto a complacernos y el gato, a percibir su entorno como amenazante y esquivarlo. Aún así, podemos llegar a establecer una buena comunicación con ellos, la clave consiste en disfrutar con la observación y con la compañía que él quiera brindarnos: si el gato no está en buena predisposición no lograremos que valore nuestras caricias, sino solo que se aleje de nosotros. Los contactos deben ser siempre breves, procurando no agobiarle, y las zonas en las que nos centraremos serán la cabeza, el mentón, la base de las orejas y la nuca. Respetando estas condiciones, la relación del amo con su gato puede ser muy enriquecedora”. Estos son algunos de los consejos que ofrecen los expertos para mejorar la comunicación con su minino.
Aprenda a interpretar su lenguaje corporal
El zoólogo y etólogo Paul Leyhausen, en un capítulo del libro El nuevo libro del gato (Everest) dedicado al lenguaje de los gatos, asegura que hay que prestar especial atención a los ojos, orejas, posturas y posición de la cola de nuestra mascota. Su comportamiento podría indicarnos si le apetece nuestra cercanía o todo lo contrario. Álvarez explica las posibles lecturas de su lenguaje corporal:
Ojos: “Mirar directamente a los ojos a un gato no es recomendable porque puede considerarlo como una amenaza. Que él nos mire y parpadee despacio o entrecierre los ojos significa que se siente confiado. No es buena señal que tenga las pupilas dilatas, porque normalmente es un síntoma de miedo, aunque en otras ocasiones también puede deberse a que esté muy excitado jugando”.
Orejas: “Que estén giradas hacia atrás denota irritación o sobreestimulación y si están planas lateralmente denotan un gran nerviosismo, miedo o ansiedad”.
Posturas: “Rodar delante de nosotros es una muestra de reducción de la distancia, pero no debemos interpretarlo como ‘¡ráscame la barriga!’. Si el gato se eriza agachado o encorvado, con las orejas aplastadas, vocalizando y con la cola alta o baja pero doblada en forma de U, significa una amenaza defensiva. Que se roce con nuestras piernas y se siente a nuestro lado son muestras de que está a gusto con nosotros”.
Cola: “Levantarla en vertical es un saludo. Que la menee con sacudidas rápidas significa enfado y que menee muy rápido la punta, que está excitado. El meneo lento indica que está decidiendo sobre algo. La cola baja es muestra de miedo o amenaza”.
Imite su saludo
John Bradshaw explica que el gato maúlla para llamar nuestra atención porque ha aprendido que, cuando lo hace, acudimos, pero que maullemos nosotros no ayuda a que él corra a nuestro lado. Sin embargo, sí es muy buena idea observar qué sonidos emite cuando se relaciona con otros gatos, a modo de saludo, y emularlo. “Generalmente se trata de vocalizaciones suaves y tranquilizadoras, como para dejar claro que todos somos amigos”, explica el zoólogo.
Déjele espacio en casa
Para Rosana Álvarez es importante que el minino pueda trepar: “Si convivimos con un gato debemos tener en cuenta sus necesidades y una de las más básicas es dejarle usar el espacio vertical. No podemos vivir con un gato y castigarle por subirse a los muebles, porque hacerlo es una necesidad suya de comportamiento y, si se siente castigado, empeora la relación con su dueño”.

Fuente: SILVIA CÁNDANO OCAÑA - http://elpais.com/

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